Muchos meses después. Muchas historias después (algunas propias, y otras contadas) me encuentro con nuevos interrogantes. O viejos. Eternos. Humanos y celestiales. Y un poco bestiales.

Ya no soy la misma que escribió por última vez. Más cruda y más cruel. Menos inocente, si. ¿Menos feliz? No, eso JAMÁS. Pero distinta. No somos tan distintos. Ni vos, ni yo, ni nadie. Todos somos almas invadidas, como reza Bunbury ahora, en mi parlante, anticipándose. Nada de esto es nuevo, reitero. Las mismas historias de siempre.

Hoy fue un día intenso. Un día de bajadas de línea, algunas mías, y otras ajenas pero hacia mí. Algunas que terminaron bien, otras no terminaron. En fin. Entre todas estas bajadas, me encontré con un amigo que está muy lejos físicamente pero, de manera extraña, muy cerca en mi cotidianeidad, y también en mis pensamientos. Y hablando, hablando, hablando, acercados por la tecnología y las redes sociales, me encontré nuevamente dialogando conmigo misma, preguntándome algo crudo y cruel. Inocente, también. Su bajada de línea vino de la mano de la inseguridad. De la mía, claro está, el centro de MI universo.  Que cómo una persona como yo iba a demostrarme tan insegura. Y tan conchuda, también. Por cuestiones que no quiero contar. No al menos hoy. Y empecé a pensar acerca de cómo, con el tiempo, nos vamos construyendo tantos personajes como minutos vividos, como espacios recorridos, como personas conocidas, como miedos sufridos. Y hasta que punto ese personaje lo es, y no es uno mismo. Porque en algún momento, uno deja de ser quien era, si alguna vez lo fue, para mentirle a los demás acerca de alguien que no es. Y miente bien, tan bien, que termina transformándose, creyéndoselo, SIENDOLO.

Pues bien. Mi nombre es Zahira, y no temo ocultarlo. Alguna vez me proclamé como una mujer histérica. Si serlo comprende tener miedo, no saber que se quiere, dudar, avanzar cautelosamente de a ratos e impulsivamente en otros, llorar, reír, sentir, gritar, llorar de nuevo, conquistar o intentarlo para después decir que no, jugar, volar, y volver, pues si, LO SOY. Soy una mujer histérica, la misma que alguna vez buscó chongo. La misma que buscó novio. La misma que busco estar sola. Que buscó la muerte. Que buscó la libertad. La alegría constante. La desesperanza. La mujer que hoy en día se alza, sosteniendo una casa, tres trabajos, un proyecto musical, una vida social, y una vida interior. Y anterior.

Esa soy yo, cariños. Y tengan miedo, pues: he vuelto.-

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