Sé que hace mucho tiempo que no escribo. Lo hago ahora por consejo de un amigo, de esos que no son grandes amigos, más bien conocidos, pero que suelen decir lo justo en el momento apropiado. El Universo supo siempre colocar en mi camino gente así. Hoy escribo porque estoy enojada. Es uno de esos días que todo sale mal. Incluso, habiéndome despertado hace solo cuatro horas, y habiéndome quedado en casa todo el tiempo, siento que las cosas salieron mal. Que me dijeron cosas que no me gustaron, que lo que quería hacer no se puede, todo me enoja. Ya sé, soy yo. No son los demás. Es que, me doy cuenta, que recién estoy en ESE momento del duelo: el momento del odio. De la bronca. Es una de las etapas.

La gente me pregunta si lo extraño a Matias. La verdad es que no. Cada vez lo pienso menos. Pasan días enteros sin que lo piense. Ya nadie me pregunta por él. Fui muy clara con mi entorno al decirles que habíamos terminado y que no se hablaba más del asunto. Pero no puedo evitar , cuando se hace presente en el discurso, odiarlo. Odiar haber confiado en el. Odiar haberme entregado tanto. Odiar que vayamos a los mismos lugares los mismos días, y ahora tener que evitarlos, para evitarlo a él. Odiar no poder darle soporte emocional a mi gente porque la sola aparición de Matias a través de la palabra me arruinó el día, y sólo me da ganas de dormir. Odiar no tener ganas de conocer a nadie ni de besar ni de ilusionarme ni de confiar ni de extrañar ni de pensar. Odiar el desorden de mi casa. Odiar la falta de energías para agarrar la pala y la escoba. Odiar que justo ahora mi bici esté rota, y que no tenga el dinero para arreglarla. Odiar no tener dinero para absolutamente nada. Odiar que mi celular no suene en todo el día. Odiar sentirme invadida cuando suena. Odiar mi estado de odio. Odiar.

Sé que es un sentimiento feo. Es un sentimiento que la gente prefiere evitar, pero que es necesario. Es tan válido como cualquier otro, como el amor, como el miedo, como la risa, como tener ganas de hacer pis. Sé, y eso me tranquiliza, que es una de las etapas del duelo. Sé que dura un tiempo y luego viene la siguiente, la indiferencia, para que luego venga la otra, la de recordar con cariño, para luego volver a confiar. Me alegra saber que algunos procesos emocionales son perfectos, pautados y lineales, como el día y la noche. Confío en su suceder pues son naturales, y el Universo es sabio. Pero estoy enojada. Creo que no tengo mas que decir que eso, y me genera más odio. Haberme quedado sin palabras y solo dejarme invadir por el odio.

En fin. Me siento mejor, quizás, un poco.

Hace unos días salí y bebí mucho. Al otro día me sentía fatal. Estaba trabajando y me sentía morir. Tenía sueño, dolor de cabeza, me faltaba el aire. Alguien (otro conocido con las palabras justas) me escribió preguntándome como me sentía. "Me siento muy mal", le dije. Y solo contestó: pues bien, lo bueno es que todavía podés sentir.

Siento odio. Lo bueno, es que todavía puedo sentir.

Estoy viva y saberlo me hace sonreír.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario