El 2011 llegó con un mensaje de Auténtico que me abría las puertas a nuevas reflexiones. Y hoy, domingo de madrugada, con un insomnio perseverante, la cabeza me da vueltas en torno a algo que a todos, absolutamente todos, nos ha atormentado: el pasado.

Hay dos pasados que intervienen (y a veces interfieren) en una relación: el propio, y el del otro. El propio es conocido en su totalidad, muchas veces con las propias distorsiones de ser el sujeto que interviene en el mismo. El pasado propio es muchas veces agradable, simples recuerdos de tiempos que ya no son, personas que ya no vemos, historias que han terminado. Pero otras veces atormenta y amenaza con no dejar vivir el presente. El aprender a controlar la relevancia del propio pasado reside en uno mismo, que puede elegir seguir inmerso en un momento que ya no es, o dar vuelta la página y mirar hacia adelante pero, sobre todo, mirar en el preciso lugar en el que estoy parado ahora.

Pero hay otro tipo de pasado, uno mucho menos controlable y muchas veces más aterrador, y es el ajeno. El pasado ajeno se presenta, en la totalidad de las veces, como fragmentos de narraciones hechas por el otro, con la subjetividad propia de quien está relatando. Pasado que unas veces está resuelto y otras no. Pasado que se presenta en forma de relatos, de fotos, de lágrimas, de mambos, de decisiones, de recuerdos materiales. Pero siempre, absolutamente siempre, fragmentado por el otro, quien decide cuanto y cómo hacerme partícipe de esa porción de su vida que ha (o debería haber) quedado atrás.

El problema real existe cuando el pasado, mío o el del otro, está presente en mi relación, en mi momento, transformándose en presente. ¿Quién no se ha enfrentado a fotos que revelan los rostros de ex amantes? ¿quién no se ha tentado buscando el nombre de alguna ex novia en Facebook? ¿quién no se ha encontrado con ex novios para dar cierres, recordar viejos momentos, saldar deudas, decir lo que quedó atragantado? ¿Qué pasa cuando estas cosas se dan en el momento en que estoy planteando una nueva relación, con una nueva persona, en un momento diferente de mi vida? ¿Hasta qué punto el pasado es pasado cuando está, justamente, presente?

Todo esto me nació, como dije al principio, por un mensaje de Auténtico, en la madrugada del primero de enero del corriente, que respondía otro mío. El mío decía que me daba vergüenza decírselo, pero que haberlo conocido era una de las cosas hermosas que me había traído el 2010, y que me hacía muy bien. Y el de Auténtico decía, simplemente, "vos me cambiaste la vida, Zahi..".

Ahora, lo que me intriga, y desconozco, es lo siguiente: ¿cómo fue su vida antes de conocerme? Y sobre todo, ¿cuán atrás quedó?.-

2 comentarios:

  1. Últimamente el tema del pasado me atormenta a mí también. En mi caso yo soy ese otro, y mi pareja actual siente que me gusta más mi pasado que mi presente.

    No tenés que preocuparte. Su pasado fue peor que su presente, donde estás vos, y eso es que lo que debería importarte.
    Ya te enterarás del resto de las cosas con el tiempo.



    Prometo contestarte tu mail de cumpleaños. Pero es un mail muy largo para el que necesito mucha fuerza mental.

    ResponderEliminar
  2. Creo que tengo en mi cabeza una lucha de deseos.. por un lado me intriga su pasado y quiero conocerlo entero (vale decir que no conozco absolutamente nada) y por el otro sé racionalmente que saber aunque sea una porción mínima va a hacerme muy mal porque no sé manejar temas de celos y la necesidad de sentir que soy exclusiva y única.

    Por eso le pedí, una vez, que aunque le pregunte cosas de su pasado, el nunca me conteste nada, que prefería la ignorancia.

    Ana, ayer estuve haciendo cuentas para ver si este mitad de año finalmente me voy a España a visitar a mi hermana y, por supuesto, a vos. Hacé fuerza para que pueda ir!

    Te mando un gran beso.

    ResponderEliminar