Esta última semana procesé cosas, bastantes. Incentivada por el incipiente fin de año y el cercano fin del mundo, claro. Cosas que procesé en un bondi, en una charla, en la cama. Cosas que no escribí y que ahora no recuerdo. Pero las tengo por aquí, en alguna parte. Entonces, me siento en la pc, con la botella de vino y el atado de cigarros, con uno de mis discos elegidos a la hora de escribir, casi como una seguidilla de estornudos, un ejército de palabras que desconozco hacia donde van pero, confío, lo hacen hacia buen puerto.

Quizás sea el momento de pedir unas disculpas públicas, que aseguro no llegarán a todos los que deseo, pero estimo llegarán a algunos.

Estas disculpas son para todos aquellos que negué estos últimos días. Personas cercanas, lejanas, e incluso personas ausentes, que reclamaron mi presencia. Seres que, excusados con la realidad de mi pronta -y breve- partida, la llegada de fin de año, o la existencia de mi cumpleaños que fue pero no, quisieron facilitarme innumerables cervezas, se autoinvitaron a mi casa, me proporcionaron un sin fin de eventos, salidas, reuniones, y agasajos. A todos ellos, a todos ustedes, a los reales y a los virtuales, quiero hoy, pedirles mis más sinceros perdones, pues a todos y cada uno, le dije que no.

Esta negativa tan rotunda no se debe a una cuestión de tiempo y organización pre viaje, como supe decir cada vez. Tampoco se debe a mi falta de dinero, de traslado, de interés por cuestiones sociales, musicales, o etílicas. Tampoco a energías, ni a exigencias, ni a obligaciones impostergables. Incluso, me he excusado de un evento con otro, que a su vez fue excusado por un tercero, que lo fue por el primero. Mi negativa no se debe al estrellato ni a la vanidad en la que a veces caemos los simples mortales. No señores. No se debe a ninguno de estos factores, sino a uno solo: NO PUEDO. Mi cabeza no puede, mi cuerpo no puede, mi alma no puede. Los últimos días, en la recta final de mi año laboral, mi año calendario, y la actual era que abandonaremos en apenas una semana, fueron para mí agotadores. Fueron días en los cuales finalicé algunas cuestiones personales, y comencé a abrirme para las nuevas. Días en los que lloré por pérdidas, y también por conocer realidades que no quise ver. Días en los cuales caí en la cuenta de la proximidad de mi viaje, para reencontrarme con mi sangre, y quizás encontrarme a mi misma. Días en los cuales cuestioné algunos supuestos. Días en los cuales, en mi urgencia por encontrar algo de paz, rompí vasos, retomé terapia, fui a trabajar rendida, extrañé mi bicicleta, fume muchísimo tabaco, dormí escasas dos horas por noche, para seguirlas por eternas jornadas, que a su vez seguí con sueños plenos y profundísimos. Este año, anticipando un cambio astral, cambié mi vida. Mi manera de vivirla, no desde el hecho conciso, sino desde la manera de ver, de posicionarme, de conectarme.

Puedo creer que para todos ha sido un año maravilloso, un año miserable, un año extenuante y un año chato. Todas las variables coincidiendo en una única vuelta solar. Condiciones que, en un humano promedio como yo, producen desvaríos y noches de embriaguez.

En fin. No quisiera extenderme mucho más, pues lo que vine a decir es una sola y única cosa: mis disculpas, a todos aquellos que desde el afecto y la buena voluntad, quisieron compartir un momento conmigo, para encontrarse negados. Me cuesta mucho decir que no, sobretodo cuando sé que las intenciones son buenas. Pero, en este momento, y como dijo una de mis hermanas hace semanas apenas, en este momento, extrañamente, deseo estar sola.

Encontrarme, como vine haciendo estos meses. Encontrando algo nuevo que llevé encima estos casi veinticinco años: a mi, a Zahira. Y aquí me tengo. A ver, ahora, que logro hacer con toda esta mujer que tenía tan celosamente guardada. 

Elegiré, en estos dos días que quedan hasta mi partida, guardarla un poco más. Para mí.-

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