Es increíble la capacidad que tiene el Universo de colocarnos, delante de nuestras narices, tanta variedad de sujetos, en tantos diversos momentos de la vida. Como si su sabiduría milenaria intuyera qué necesitamos y cuando, y colocase a ese, esa, aquellos, ahí, para formar parte de nuestras vidas, para decirnos una frase, para cagarnos a pedos o hacernos doler el alma. Entendemos, de inmediato, o siglos después, las misteriosas maneras de obrar de estas fuerzas superiores.

Hoy pasé la tarde con mis sobrinas. Nada de amantes, nada de amores sexuales ni novios ni futuros esposos. Simplemente, dos niñas, que conservan aún casi la totalidad de su inocencia. Con ellas hicimos cosas de niñas, que más: fuimos juntas a tomar helados, les mostré mis vestidos nuevos, hablamos del colegio y los actos de fin de año, les confesé mi amor por ellas como cada vez que las veo (veces que, lamento, cada día son más espaciadas).

Pensaba entonces en algo que fui madurando a lo largo de estos años, y es la idea de que cada quién nos da algo preciso y único. Algo que debemos recibir, a cambio de otra cosa que debemos dejar. Cosas buenas y cosas malas, cosas positivas y negativas, esperanzas y desengaños, amores y odios, abrazos y piñas. Nunca una amiga me dio lo mismo que un novio, nunca mi madre me dio lo mismo que un jefe, nunca un contacto en alguna red social me dio lo mismo que mi compañera de casa, nunca un colega laboral me dio lo mismo que una hermana. Todas estas personas, necesarias e individuales, forman parte de ese Universo que somos parte, el propio, donde somos protagonistas, dueños, amos y señores, centros. Un Universo en el que a cada minuto y con cada encuentro vamos sumando porotitos, en un cartón gigante de lotería, una lotería eterna e infinita donde el premio es desconocido, pero sospecho se encuentra ligado a la sabiduría y la plenitud.

En fin. Volviendo a casa en mi bici pensaba un poco en esto. En como extrañaba el amor y la admiración incondicionales de un niño cercano. Esos seres humanos en germinación, a quienes hay que regar y cuidar como los porotos de la primaria.. pues serán quienes vayan aportando, a lo largo de su existencia, un casillero más lleno en los cartones de todos aquellos que se crucen.

Aprovecho para agregar, antes de irme a dormir en paz, que una vez que han dejado huella, las personas se esfuman, desaparecen, continúan su camino, para dejar su paso por otra vida, y seguir contribuyendo en otros Universos.

Cual Mery Poppins, trataré de dejar mi marca por donde pase. Por donde quiera que sea que las fuerzas del Universo me lleven.

Buenas noches.-

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