Hoy escribo desde la felicidad. Completa, entera, plena, magnífica, deseada, emotiva, eterna. Escribo desde un lugar que no es el de mujer histérica, ni el de chonga enamorada. Tampoco el de ex abandonada, ni el de pelotuda indignada. Hoy escribo desde el alma grande, grandísima, desde el cigarrillo esperado y la copa de festejo. Desde el olor a calabaza asada que viene de la cocina, y el sonido del llamador de ángeles del lavadero. Escribo desde las melodías de una canción regalada, las noticias de inundaciones, la sonrisa del alma. Escribo desde el placer de haber derrotado, en un año, todos esos obstáculos autoimpuestos que interferían en esto que siento ahora, la emoción desconmensurada de haberme superado, de haber vuelto a nacer, finalmente, de haberme levantado, para nada superpoderosa, sino más bien superhumana.

El motivo es sencillo, y a su vez, complejísimo. Acabo de sacar, vía web, un pasaje, único, entero, a las tierras españolas, para ver a mi hermana, su marido, y mi sobrino, después de ocho años. OCHO AÑOS sin parte de mi YO. Ocho años en los cuales pasaron tantas, tantísimas cosas. Desde el término de mi etapa adolescente, pasando por numerosas internaciones, convivencias, amores, desencuentros, desengaños, sonrisas, lágrimas -muchas-, borracheras, hasta el día de hoy, donde estoy acá, de camisón rosado con volados, de tele prendida, en una casa que no es mía pero supe hacerla.

No puedo evitar, sin temer de pecar en vanidosa o en "yoísta", como supieron decirme, el hecho de sentirme orgullosa de mi misma. Cuando comienzan los primeros vientos cálidos, comienzan los primeros balances, de los cuales, hasta el más escéptico, no puede escapar. Un año en el cual rompí numerosas barreras. Este año, logré irme de mi casa materna, a modo de orden, a conquistar un mundo: el mío. Conseguí un trabajo que me hace feliz, compartiendo mis días con personas hermosas. Supe encontrar mi lugar en el mundo: mi fantástica bicicleta, que me traslada casi mágicamente, de un lugar a otro, impensado, en tan solo minutos. Como supe trasladarme yo, desde esa niña que temía tanto, a hacer sus sueños realidad. Conocí gente, mucha, que desde lo más simple hasta lo mas grandioso, me enriqueció el alma. A todos ellos agradezco hoy, por estar a mi lado, en lo mundano, y en las miserias. Sé que este año fue, para mi al menos, revelador. Me convertí, en apenas unos meses, en la mujer que esperaba ser, al menos, en este momento de mi vida.

Sospecho que no estoy diciendo mucho. Solo bebiendo de mi copa, en soledad, brindando conmigo misma por todos mis logros. Aquí, sentada, sin más nada que decir que somos poderosos, muchísimo. Como subí ese cerro, el Uritorco, hace años, de noche, fumadora, con la zapatilla rota. Cuando llegue a la cima, al amanecer, en la cruz, y entendí que era capaz de hacer todo lo que me propusiera. Hoy lo confirmo, lo afirmo, lo sostengo, como levanto a la inmensidad, reitero, esta copa. Para festejar que yo, y todos ustedes, somos seres, individuos, cargados de un potencial infinito.

Sólo quiero decir que, en un mes y una semana, estaré abordando un avión -por primera vez en mi vida-, para recibir mi cumpleaños número 25 en el aire, en soledad, pero más plena que nunca, cruzando el océano para reencontrarme con aquello que creí perdido. Hagan la lectura que deseen hacer.

Los invito, pues, a levantar todos su alma, su cuerpo, su espíritu, y sobretodo, su copa, para brindar, porque somos capaces, absolutamente, y lo afirmo, de todo lo que nos propongamos.

¡Salúd!.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario