Acá estoy, tanto tiempo después, o tan poco, llorando denuevo como una estúpida. Como a los quince, como a los veinte, y ahora, casi a los veinticinco, a dos semanas de mi cumpleaños, de mi fiesta, de mi viaje, del fin del mundo. Acá en mi casa, tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a mi compañera de casa.

Este llanto es único. Es doloroso y dulce. Es odiado y deseado. Es necesario. Es el llanto del amor, ese que es amor de novela, amor de adolescente, amor de pija, amor de ilusión, amor de mentira, amor de novela, amor de pelotuda, y pérdida. Ese llanto que no tiene mucho sentido. Casi siempre que aparece, se sabe que está bien, que es lo mejor, que tenía que pasar, que una SABÍA que iba a pasar. Y una llora, así y todo, porque sí. Porque te sale. Porque ponés esa canción que te hace llorar. "A mi manera". Pero no cualquier versión. La de María Marta Serra Lima, donde abrazó el mundo entero, donde siguió sin vacilar, donde ella misma lloró y rió, mil sueños más, y más, sin mucho más.

Esto será breve. El final se acerca. Del año, del mundo, e, intuyo, de la historia con Platos. Cuando reúna mas fuerza, quizás lo relate. 

Cuando entienda puntualmente por qué estoy llorando, y reírme de ello, sabiendo que solo fue una vez más, ahí, les contaré.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario