Pensando un poco en lo que hablé con mi compañera de casa hace apenas unos minutos. Ella se fue a dormir, y yo sigo escuchándote, Bunbury, y pensando, en este caso, en el falso avance que creemos tener. En el poder entender que, como mujeres, no dejamos de ser humanos que a veces necesitan ayuda.

El problema es el siguiente. O la situación, mas bien. Uno se enferma, y pide un médico. Se angustia, y va al analista. Necesita dinero, y acude al banco. Independientemente de si es mujer u hombre, ¿Qué pasa, pues, cuando lo que una necesita debe pedírselo a la pareja, al hombre que la acompaña, por deseo, por elección, por intervención divina?

La mujer de nuestra generación creció mamando una falsa idea del feminismo. Una ilusión donde se cree superpoderosa, autosuficiente, independiente. Como dije tantas veces, la mujer de hoy trabaja como un hombre, coge como un hombre, se emborracha como un hombre. La mujer de nuestros días SE CREE un hombre. Pero no deja su esencia de mujer, de fémina, que durante siglos se posicionó como un ser inferior, necesitado, desprovisto, desamparado. En el afán de comportarnos como ELLOS, nos olvidamos que somos NOSOTRAS, con cientos, o al menos algunos impedimentos que nos diferencian. Lamento desilusionarlos al decir que aún creo en el hombre que deja pasar primero, que paga la cena, que te retira y lleva a tu casa, que te provee de todo aquello (lamentablemente aliado a lo económico) que la mujer, muchas veces, no puede, o no quiere, conseguir por sus propios medios. Cada día veo más mujeres, hechas y derechas, que se indignan ante lo anticuado de estos hombres de pelo en pecho que insisten en no dejarnos movilizar de noche solas, que vogan por la pollera y el maquillaje, que intervienen a la hora de darnos cierta seguridad que tenemos, pero que bien viene hacer creer que necesitamos nos impartan desde afuera.

No puedo dejar de aplicarlo a Platos. "Sos re minita", reza en mi cabeza, como un mantra repetido tantas veces, como un padrenuestro que recuerda a cada minuto que lo soy, re minita, mujer, boluda, hoy me da igual. Pero lo soy. Soy una mujer, con todas sus letras, con toda su connotación, cultural, ancestral, y social. Mis compañeros de trabajo se descostillan al escucharme contarles que LO SOY. Soy minita. Ellos no lo saben, ellos se olvidan porque escucho los partidos del rojo, hablo de mi vida sexual abiertamente, me indigno ante la ingenuidad de algunos especímenes femeninos que aún permanecen. Personajes que creo y sostengo, porque es cool, porque es adecuado, porque los últimos cincuenta años de historia me indican que DEBO honrar. Pero no, mis queridos. Me enorgullece afirmar que SOY UNA MINITA, que pide cuando necesita, que pasa primero ante la puerta abierta, que camina del lado de la vereda y se indigna ante esas mujeres que creó nuestra sociedad las últimas décadas, mujeres que olvidan su escencia, su propiedad, aquello que las distingue de ellos, los hombres.

Quiero aclarar, a su vez, que trabajo día a día a la par de muchos masculinos, que pago mi alquiler, me movilizo libremente en mi bicicleta, que mi casa está llena de vinos y whiskies que pretendo tomar sola, que escucho ACDC. Pero también espero que me entiendan ellos, mis compañeros, cuando me duelen los ovarios. Que algún día el otro me diga, desprejuiciadamente, que invita la cena. Que me busquen en el auto ajeno. Que escucho canciones de Miguel Bosé y Amaral.

Soy mujer, y lo proclamo, a viva voz. Borracha, bebida, ebria, pero sobretodas las cosas, auténtica, simple, desprovista. No viene mal hacer uso de aquello que la vida nos dio  los ovarios para avanzar. Pero también  y sobretodo, para pedir ayuda, recibirla, y aprovecharla. 

Porque ser mujer no es fácil. Ni mucho menos, GRATIS. Ustedes dirán.-

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