Acabo de llegar. Debería irme a dormir, pero no puedo hacerlo sin antes reflexionar acerca de mi noche.

Salí con dos amigas, en plan de conseguir chongo para dos de nosotras. La idea era encontrar, no sé, diez por cabeza, para de ahí poder rescatar a uno o a lo sumo dos. Siendo generosa estadísticamente, claro está. El lugar elegido fue The Roxy. Hay algo con The Roxy que lo hace un poco mas tolerable con respecto a otros lugares, y es el hecho que la gente que va ahí es gente con onda, a veces tanta que rozan lo freak (cuando no traspasan ese límite y son freaks en estado puro).

La táctica, al rato de llegar, fue la siguiente: apostarnos una a cada lado de la puerta del baño de hombres a mirar los especímenes que ingresaban o egresaban, y hacernos caras al respecto. Las caras, imaginarán, eran en su mayoría de horror, extrañeza o tristeza.

En eso se me acerca un chico. Lo habíamos visto antes bailando muy aparatosamente. A ver si queda claro, un APARATO, freak total en su máxima expresión. Un chico alto, anteojos, cara rara. Me preguntó de la banda que estaba sonando (El Otro Yo). Hablaba muy mal. Gente, hablaba como el culo. Yo pensé “este chico está como el orto o no es de acá”. Y no, no era de acá.

Freak es brasilero. Justo en vísperas del mundial, el desubicado. Estudiante de diseño industrial y fotografía. Está viviendo en Argentina hasta agosto. Da besos lindos y dice piropos en portugués. Le gusta el jazz y, claro, la bossa nova.

Estuvimos juntos casi toda la noche. De a ratos se iba, pero siempre volvía. Me dio su teléfono y su mail. Hablando de música, le conté de la Bomba de Tiempo, y le dije que iba llevarlo el lunes a ver a Santiago Vázquez y La Grande, y Freak me insistió en que lo llame.

Voy a llamarlo, claro está. Por suerte, no era petiso.-

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