Esta noche hicimos gira. Castorera, reunión en la casa de alguien que no conocíamos, y Makena. Y en alguno de esos lugares, una amiga de una amiga me contó de su relación pasada con El Pelado.

No sé como se conocieron. Lo que sé es que El Pelado, desde un primer momento, le planteó lo siguiente: "a mi lo que me interesa es garchar. No quiero nada más". Esta chica, con veinticuatro años, y sintiéndose lejos de donde esperaba estar a esa edad, accedió a la relación sabiendo que no le interesaba lo que le proponían, pero pensando, o sintiendo tal vez, que podía de alguna forma hacerlo cambiar de postura. Todos sabemos cómo termina la historia: la chica se enganchó, El Pelado no, y terminaron rompiendo.

Pensé entonces en todas las veces que accedimos, como mujeres, a propuestas que NO nos interesaban, creyendo que de alguna forma podíamos revertir lo que nos proponían. Muchas veces el otro es tan honesto como El Pelado. Pero muchas más somos engatusadas con mentiras, con actuaciones, con ideales, que están muy lejanos a la realidad. ¿Por qué nos torturamos de esa forma? ¿Por qué sentimos que ese hombre es el último en la tierra, el único en el planeta, el manotazo de ahogado, que nos arrancará de todas nuestras miserias, de toda la soledad, de un futuro sin compañía? Digo, ¿es tan difícil decir "noooo, querido, yo estoy para otra cosa, no pierdas tu tiempo que yo tampoco quiero perder el mío"? ¿Es tan difícil, como diría mi madre, "hacerla valer"?

Tendríamos que valorarnos más. Que apreciar la honestidad del otro, que nos propone algo que no es menos válido que nuestro deseo, pero que es un deseo completamente distinto. SABEMOS que no es lo que buscamos, entonces dejémoslo ir y sigamos la busqueda.

El mar está lleno de peces, queridas.
Pero yo, al menos, no los encuentro.-

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