Domingo a la noche. Pese a estar de vacaciones, me encontraba sumamente deprimida. Después de una frustrante noche de sábado, que a raíz de los abominables adefesios que encontramos en el mercado decidimos llamar el “descarrilamiento del tren fantasma”, me sentía bastante triste y resignada a no encontrar ese “hombre ideal”, el príncipe azul que toda mujer espera conocer, aquel hombre buenmozo, caballero, adinerado, con onda, divertido, entregado, y enamorado de una, claro.

Decía, en esta situación me encontraba, lamentándome de estar sola, de que mi celular no sonara por llamada ni mensaje de texto, el Facebook sin notificaciones, el msn sin conversaciones. Estaba angustiada, cuando mi amiga Noe R. manifestó sus ganas de salir. El punto de encuentro, Makena, en el barrio porteño de Palermo. A ver. Hacía mucho frío, tenía el pelo revuelto y la cara de Casper. Y pese a mis irrefrenables ganas de quedarme en casa regocijándome en mi depresión, fumando y escuchando la Aspen, me puse un vestido bobo, me delineé los ojos, me abrigué y pedí un taxi.

La noche fue un suceso de papas fritas, cerveza, música, y una enriquecedora charla que te agradezco, Noe R., con el alma. Y cuando estaba decidiendo que era hora de volverme a casa, se armó una fiesta increíble llena de freaks divertidos, raperos, baile, conquista, risas (burlándonos de los demás, claro está).

Y hoy, lunes, a las seis y media de la mañana, fumando sola en casa, y analizando, entiendo lo importante de estar sola, más que sola, SOLTERA. De no tener que darle explicaciones a nadie, no pender de nadie, no extrañar a nadie, no esperar a nadie, no pensar en nadie. Vivir el momento nada más, entre amigos y gente buena onda, divirtiéndose, sanamente, de las cosas sencillas que tiene la vida.

La verdad, ¡qué bueno estar así!.-

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