Hay dos clases de contacto que no soporto cuando voy a bailar.

La primera, supongo es la mas común, es el roce con la cartera de la señorita que tenemos bailando detrás nuestro. Por lo general es más petisa que una, y lleva la cartera debajo del brazo y levemente tirada hacia atrás, por lo cual cuando su cuerpo danza nos clava el vértice en la espalda y nos engancha la hebilla en la remera.

El segundo, no menos molesto, se refiere al señorito pseudoconquistador que se acerca con sutileza cero a la ronda donde una baila con los amigos, a la puerta del baño de donde una está saliendo, o a la esquinita de la barra donde una espera su cerveza. El pseudoconquistador, indefectiblemente, será feo, nabo, gordo o petiso. Seguramente use camisa a cuadros o a rayas, y probablemente tenga un aliento a alcohol que voltee. Esta persona optará por:
a .Tomarnos de las manos e intentar hacernos bailar ese tema que odiamos de Chichi Peralta, al ritmo errante de sus caderas.
b. Estamparnos un beso en la boca, sin pronunciar palabra ni medir su calidad de halitosis.
c. Hablar de temas impertinentes como “¿estás sola?”, “me enamoré”, y el trilladísimo y aparentemente favorito “que lindo que te queda el pelo corto” (BASTA, por favor).
Al tiempo que intenta hacernos oír alguna de estas barrabasadas en medio de la música, los gritos, la banda tocando, etc, el pseudoconquistador rodeará nuestra cintura, o la falta de ella, con una o ambas manos, en algunos casos incluso alternándolas. No captará de ninguna manera nuestro creciente desagrado ante ese tipo de contacto, incluso cuando tomamos su mano y la quitamos. El señorito insistirá hasta el cansancio, la rotunda negativa, o el incipiente sopapo.

Conquistadores queridos: NO INSISTAN. El contacto bolichero y sorpresivo NO nos calienta ni nos derrite. SÍ nos espanta y nos irrita. Sin ningún otro punto a favor, recomiendo lo único que puede lograr que ganen alguna vez una mujer, y es el respeto, la sana y caballera conquista, y ante todas las cosas, dejarnos un poco en paz.-

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